miércoles, 8 de abril de 2009


Regionalismo latinoamericano, interpretación y función geopolítica

Por: Javier Arias Casas.

Aun y cuando se ha citado por la comunidad intelectual internacional que el modelo económico comunista y su ideología han dejado de tener vigencia en la interacción de las relaciones internacionales, lo cierto es que en América Latina se percibe una resistencia a acatar las sentencias de los científicos de la política.
La crisis económica generada en el territorio norteamericano, y que hoy en día tiene preso al mundo entero, se ha consolidado como el catalizador de los nuevos procesos de regionalización antinorteamericanos (anticapitalistas), sobre todo en Europa y América Latina, regionalismos que más allá de impulsar modelos económicos diversos al de los Estados Unidos, se manifiestan como una alternativa cultural frente a los angloamericanos, es decir, un socialismo cultural.
Las recientes manifestaciones de unidad de los presidentes de Venezuela, Bolivia, Paraguay, Ecuador[1], además de la ya conocida cercanía de los mismos con el presidente de Brasil, éste último, quien ha logrado colocar a su país como una de las economías emergentes más prometedoras, hablan de la posible consolidación de un regionalismo latinoamericano si bien no parecido al de la comunidad europea, sí se percibe a un nivel potencial elevado y de contrapeso para Estados Unidos.
Los sistemas económico-políticos generados al término de la Segunda Guerra Mundial, capitalismo y socialismo, buscan establecer y definir nuevas pautas de conducción de la política internacional contemporánea, a razón de que ambos, en sus versiones primitivas u originarias, las cuales tienen como referencia tanto a Estados Unidos como a la URSS, fracasaron en sus postulados científicos del siglo pasado.
La nueva dinámica, requiere que la renovación de los modelos iniciados en éstos países, sin caer en el pragmatismo, se manifiesten en resultados tangibles y certeros al momento de atender las necesidades reales de la sociedad de cada Estado.
Mientras en el siglo pasado, las posturas político-ideológicas parecían fundarse en razonamientos a priori de una realidad construida a partir del propio razonamiento y alejada la “realidad objetiva”, las posturas que se accionan en la creación de los nuevos modelos políticos se inscriben en la percepción de la realidad, tal y como cada sujeto la ha percibido desde su propia subjetividad.
El caso del nuevo regionalismo latinoamericano, se inscribe en esta dinámica interpretativa, es decir, más allá de promover un modelo económico y político alterno al establecido por el imperialismo neoliberal norteamericano, se manifiesta como una consecuencia histórica y cultural al intervencionismo de Estados Unidos en la política interna de los países de América Latina, así el modelo socialista promovido por Chavez en Venezuela, es una respuesta al capitalismo norteamericano, más que una postura radical de modelo económico.
“La política es, básicamente, la interpretación de la vida en común. Una interpretación que consiente textos y guiones, pero que también se escenifica como happening, como improvisación pura...”[2]
El nuevo regionalismo latinoamericano, a diferencia del europeo, se inscribe en una unidad cultural e histórica, es el resultado de una realidad compartida a lo largo de la conformación de las naciones latinoamericanas, en las que el intervencionismo estadounidense se ha manifestado como la constante que impide el desarrollo de éstos países.
De esta manera, mientras la Comunidad Europea, surge como un frente político-económico a la hegemonía comercial estadounidense, en el caso de los países latinoamericanos, los lazos que unen o que podrían unir y garantizar la eficacia de un regionalismo van más allá de una intención de consolidarse como una potencia económica y militar, sino más bien, se circunscriben a lograr una estabilidad económica, política y social internas que garanticen a los países miembros la posibilidad de una paz social de la que han carecido en toda su historia.
“América Latina se define por una situación y unas relaciones económics que comparten las naciones del hemisferio; historias paralelas que pertenecen a occidente y que fueron creadas por una dominación colonial que le impuso su idioma, religión, valores y costumbres europeas. Pero el aspecto fundamenta que reviste la zona geográfica que se conoce como Latinoamérica es el papel esencial que en ella se han jugado las variables exógenas, debido a su permanente situación de subordinación”[3].
La historia política de América Latina, desde su creación como tal, tras la conquista europea, se ha manifestado como una constante búsqueda de liberación. “la revolución independentista latinoamericana fue política y social, aunque con implicaciones económicas y culturales. El objetivo de la gran guerra emancipadora fue liberar a las colonias del Nuevo Mundo de la tutela de sus metrópolis europeas, que utilizaban mecanismos de poder absolutistas para tenerlas sometidas.[4]
Así, mientras el regionalismo instalado por la comunidad europea es un contrapeso político hacia el poderío económico estadounidense, en el caso de Latinoamérica, representa la unificación y fortalecimiento regional en una intención de liberación frente al aparato económico y militar norteamericano, como al todavía residual colonialismo europeo.
En términos económicos, se podría a mediano plazo, señalar que el regionalismo impulsado por la comunidad latinoamericana, de la cual, México queda excluido derivado de su sometimiento a la política estadounidense, no tiene todavía una misión y visión geopolítica y global, que lleven a las naciones del hemisferio sur del continente a la disputa por el poder en la comunidad internacional, y más aún, a consolidarse como una alternativa y modelo económico-cultural que inspire al resto de los países del mundo a adoptarlo, ni siquiera a las regiones más perjudicadas de África por el eurocentrismo y el colonialismo norteamericano. “La visión de un país es geopolítica y global cuando lo que sus gobernantes (y sus consejeros) desean que éste llegue a ser, depende de que se piense y se actúe en el espacio geográfico global en términos de poder y dominación”[5]

Es obvio que dadas las condiciones históricas, políticas y económicas de los países latinoamericanos, a mediano plazo, ninguna de las naciones podría entrar a la competencia económica internacional, primero, porque las fuerzas de producción de los países latinoamericanos son todavía inferiores a las fuerzas económicas de Estados Unidos, China, Francia, Alemania, Japón e Inglaterra; segundo, porque la mayor parte de la producción de los países latinoamericanos apenas sirve para el consumo interno, y finalmente, porque las condiciones económicas en las que los países latinoamericanos pueden participar en el comercio internacional, son impuestas por los países dominantes de la economía mundial ya citados.
Lo cual no quiere decir, que América Latina no pueda en determinado momento disputar espacios de poder mundial, sin embargo, por el momento, debe demostrar ser una alternativa viable que más adelante sea respaldada por nuevas comunidades, lo que garantice una fuerza capaz de imponer condiciones de trabajo en la agenda política internacional.
Así, el modelo político, cultural y económico que parece cobrar fuerza dentro de América Latina, más allá de perseguir un espacio en las mesas de discusión por el control de la economía y política mundial, se centra en el aspecto de un reconocimiento a los Estados miembros de la comunidad latinoamericana, que buscan el respeto a su autonomía política y económica, y un “alto” al intervencionismo cultural de Estados Unidos principalmente en la conformación de la identidad cultural latinoamericana.
Una sociedad latinoamericana tan golpeada a lo largo de la historia por sendas guerras internas e intervencionistas, no puede más que pedir primeramente un respiro, un minuto de silencio y de paz.
Así, el regionalismo impulsado por los países latinoamericanos gobernados hoy en día por la izquierda, más allá de establecer una franca afrenta al modelo capitalista, al sistema político-económico neoliberal en el mundo, se instaura en una defensa en contra del poderío estadounidense.
De esta manera, la crisis económica mundial más que haber sido generada por el fracaso del modelo neoliberal, es el resultado de los excesos de la política neoliberal norteamericana. Es decir, el sistema político económico neoliberal a escala mundial falló, porque el mismo es la manifestación de la política intervencionista y colonizadora de Estados Unidos, la cual, es incapaz de condolerse de las condiciones de inhumanidad que pueda imponer a los países colonizados.[6]
El regionalismo latinoamericano en la política internacional, se presenta más allá de una alternativa económica en el continente, como la antítesis al modelo cultural angloamericano y como resultado de más de medio siglo de intervencionismo estadounidense a América Latina.
Desde las doctrinas de Bolivar frente a la doctrina Monroe, se ha manifestado esta diferenciación en la manera de concebir las relaciones internacionales entre los países miembros de la comunidad americana; “en tanto la concepción bolivariana busca el bien común de toda Hispanoamérica, la monróica es fundamentalmente particularista, ya que busca el bien de los propios Estados Unidos”[7]
Esta particularidad del regionalismo latinoamericano, es decir, el origen conceptual que tiene, permite entender las diferencias en el modelo político económico con la comunidad europea. A decir de ambos sistemas, tanto uno como otro pretenden la instauración de medidas de corte socialista, que garanticen los estándares mínimos de calidad de vida de los pobladores de cada región, sin embargo, en el caso de Europa, la política del Estado de Bienestar tiene su origen en la garantía para con el capitalista, de que la sociedad habrá de mantenerse al margen de toda intervención en la dinámica de la producción económica más allá de la permitida por los propios capitalistas.
Es decir, el garantizar medidas de calidad de vida, se interpreta como un factor que permitirá mantener a la población en una alianza con el empresariado, a quien ve como un benefactor, mientras que al Estado, le exige ser el intermediario entre las fuerzas económicas y la implementación de las políticas públicas que dichas fuerzas económicas otorgan a la población, es decir, el Estado se convierte en ejecutor de la “asistencia social” del capitalista europeo.
En tanto, en el caso del modelo latinoamericano, el estado es elevado todavía, a la categoría de Dios, quien tiene la obligación de proteger a la sociedad de las garras del capitalista salvaje. Cualquiera sin conocimiento de la realidad latinoamericana podría de manera irresponsable, asegurar que dicha postura no es más que un radicalismo socialista, un izquierdismo que como asegurara Rodríguez Araujo obedece más a cuestiones de revanchismo que intelectuales. Sin embargo, es necesario tener en cuenta, que en el caso de Latinoamérica, el Estado se manifestado como el principal traidor de la sociedad, quien sea puesto en manos del capitalismo, y ha aceptado la dominación norteamericana.
De esta manera, para los países miembros de la comunidad latinoamericana, pertenecientes a la “nueva izquierda”, es necesario tener el control del Estados y someter a éste los intereses de los particulares, a efecto de fortalecerlo, una vez hecho lo anterior, una vez teniendo el control del aparato coercitivo y jurídico del Estado, se procede ha hacer frente al enemigo tradicional: “Estados Unidos”.
Por este detalle, resulta inaceptable el hecho de querer comparar el marxismo ortodoxo de la URSS, al marxismo de América Latina de la actualidad, pues mientras el primero en su momento sí busco una expansión territorial y la hegemonía internacional, el segundo es un medio de defensa al intervencionismo estadounidense, lo que lo convierte en un neomarxismo cultural, cuyas raíces históricas lo trasladan a una lucha dialéctica también cultural, entre dos concepciones del mundo, la latinoamericana cargada de una visión fatalista del mundo, traicionada por sus propias autoridades en más de una ocasión, frente a una visión norteamericana intervencionista, imperialista y colonizadora.
Aunque sin lugar a dudas, en el caso de Venezuela, se pretende reproducir un modelo de dictadura con Hugo Chavez a la cabeza, no hay mucha diferencia con la llamada democracia norteamericana, en donde cada presidente de los Estados Unidos mantiene la misma postura imperialista en la comunidad internacional, lo único que cambia cada cuatro u ocho años en Estados Unidos, es la figura del presidente, más no el modelo político, social y económico, tanto interno como en el plano de las relaciones internacionales.
Otra diferencia que se manifiesta en los modelos socialistas europeos y latinoamericanos, estriba en las relaciones de la política internacional entre cada uno de los miembros del núcleo regional. Mientras que en el caso del modelo europeo, se desarrolla una vertiente socialdemócrata, la cual, si bien tiene bases socialistas no está peleada con el modelo capitalista, y más aun, basa su estabilidad económica en las fuerzas productivas del capitalismo, esta circunstancia la obliga a participar en la dinámica de la competencia por el control del sistema de mercados. En tanto, que en el caso del socialismo instaurado en la comunidad latinoamericana, el mismo se presenta como una resistencia a los efectos de la competencia de los mercados internacionales, los miembros o posibles miembros de esta regionalización buscan antes que nada proteger sus mercados internos, dentro de esta dinámica de protección frente a las políticas financieras de los países hegemónicos.
De esta manera, la división político-económica que se pretende generar en el concierto de las relaciones internacionales se circunscribe en modelos económicos y políticos emergentes en los cuales la comunidad latinoamericana no se visualiza como un elemento de afrenta al poderío hegemónico capitalista, sino simplemente como una alternativa de resistencia política, económica y cultural a los desaciertos del capitalista globalizante, cuyo origen se circunscribe a Estados Unidos.
Eso nos lleva a la conclusión de que un regionalismo latinoamericano más allá de representar una afrenta al modelo económico norteamericano, es decir, más que ser un enemigo que a mediano plazo implique una competencia económica para Norteamérica, significa garantizar a partir de éste momento las relaciones de convivencia entre Estados Unidos y Latinoamérica mediante un trato digno para los países del hemisferio sur.
Lo anterior, no es una simple apreciación subjetiva, se si toma en cuenta de que a pesar de los constantes reproche de Hugo Chavez al modelo económico estadounidense, Venezuela continua suministrando una cantidad considerable de petróleo a Estados Unidos, es decir, se mantiene una relación comercial.
“Para los países en desarrollo, el reto específico es como manejar su participación en la nueva economía mundial, de tal manera que puedan maximizar los beneficios económicos, haciéndolo de una manera socialmente equitativa y ambientalmente sustentable...”[8]
De esta manera, apuntar a un regionalismo latinoamericano, aun y cuando el mismo se encuentre inserto en el seno del socialismo, más allá de dicha postura ideológica, implica el rescate de una identidad cultural propia de la región, la cual busca ser reconocida en el contexto internacional ya no como la eterna colonia primero europea y luego norteamericana, sino como un actor más de la política internacional.
Por tal motivo, la izquierda latinoamericana deja de tener como única base ideológica al marxismo del siglo XIX, sino que el mismo se ve mezclado con una dialéctica cultural en la cual la lucha de clases sociales pasa a un segundo término para dar paso a una lucha cultural en la cual la raza latinoamericana pide se le reconozca en el plano internacional. Es precisamente la izquierda latinoamericana la que exige un reconocimiento político internacional. “La integración regional se ha visto estimulada por el temor al aislamiento internacional resultante del fin de la Guerra Fría y de la consolidación de bloques comerciales en Europa y Asia. [9]

La introducción del magnate mexicano Carlos Slim en la lista de los hombres más ricos del mundo, indica en gran medida, que los países latinoamericanos se encuentran en condiciones o en vías de establecer condiciones que les permitan participar en la competencia económica internacional, siendo que la resistencia por parte de la comunidad europea y la norteamericana no se da en este aspecto, sino en el cultural, el cual niega toda posibilidad de participación a los países latinos en virtud de que, de permitir su participación se perdería el status políticos cultural hegemónico de tanto de Europa como de Estados Unidos.
La nueva dinámica de participación regional de los países latinoamericanos implica entonces, que tanto la comunidad europea como en el caso de Estados Unidos, sin incluir el reciente dominio económico Chino, bajen de nivel y se manifiesten en condiciones de tratos igualitarios para con los países de América Latina, lo que implica la perdida de la imagen de superioridad de los países históricamente colonizadores.
Esta situación refuerza la tesis de que la derrota originada por una regionalización de la comunidad latinoamericana hacia el imperialismo europeo y norteamericano, parte de presupuestos culturales y no económicos, pues implica romper con las políticas de intervencionismo en los asuntos internos de cada Estado de América Latina, y en el caso de Estados Unidos dar muerte a la doctrina Monroe y el Destino Manifiesto, impulsores de su política internacional para con los latinoamericanos. En tanto que frente a Europa, implica el cierre total de cerca de medio siglo de dominación cultural.
Así, si bien es cierto, en la dinámica de las relaciones internacionales y la definición de estrategias geopolíticas, seguirán teniendo como motor los intereses económicos de cada Estado participante, lo cierto es de que la lucha inter-estado comienza a promoverse en un plano cultural.
Un ejemplo de esta nueva concepción de los lineamientos que regirán las posturas de cada Estado en el contexto internacional, se pueden apreciar en la coincidencia de los países miembros de la comunidad europea, así como de América Latina e incluso del propio presidente de los Estados Unidos (aunque este tal vez orillado por las circunstancias e la opinión pública de su país) de establecer cambios en el modelo económico neoliberal que en definitiva es el responsable de la crisis económica que hoy se vive.
Esta coincidencia en los planteamientos deja de manifiesto de que a partir de ahora el plano económico deja de ser el motor de las posiciones políticas de la agenda internacional, sino más bien, la posición hegemónica cultural de cada Estado, que a su vez, lleva implícita a la económica, pero con la diferencia de que es la política económica la que se subordina a la dinámica cultural de cada Estado.
Así, finalmente, un reconocimiento cultural y político de un regionalismo latinoamericano, representaría un triunfo de la izquierda latinoamericana en su intento por establecer condiciones de igualdad entre los Estados de América Latina, que a su vez se habrán de materializar en las políticas internas de cada Nación, lo que finalmente, llevaría a establecer lineamientos de justicia social que garantizarán condiciones de calidad de vida mínimas para sus pobladores.
Esto es así, en virtud de que un trato digno por parte de la comunidad internacional hacia América Latina, invariablemente se tendrá que ver reflejado en acuerdos comerciales favorables a los países latinoamericanos, que a su vez conlleven a una reactivación de su economía y una mayor fuerza de las finanzas del Estado que habrán de transformarse en programas públicos en beneficio de los ciudadanos.




BIBLIOGRAFIA


· Diario Milenio, 29 de enero de 2009. Edición On line. Responsabilizan presidentes de AL a EU por la crisis
· Diaz Cardona, Francia Elena. Fuerzas Armadas, Militarismo y Constitución Nacional en América Latina. México 1988. UNAM.
· Girvan Norma. Respondiendo a los retos de la globalización: el caso dela Asociación de Estados del Caribe, en Revista: “Estudios Latinoamericanos”. Año VII, Núm 15. Enero-junio de 2001. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
· Lanceros, Patxi. Política mente, de la Revolución a la globalización. Barcelona 2005.
· Lucena Manuel. Breve Historia de Latinoamérica. España 2007.
· Moreno Pino, Ismael. Orígenes y evolución del sistema interamericano. Colección del archivo histórico diplomático mexicano. Secretaría de Relaciones Exteriores. México 1977.
· Portillo Alfredo. Misión y visión geopólítica global de Estados Unidos y Gran Bretaña . Revista: Aldea Mundo. Vol. 7, noviembre-abril 2003. Universidad de los Andes, San Cristobal, Venezuela.
· Puyana Alicia. América Latina y la Unión Europea, ¿dos regionalismos económicos convergentes? En Uniones Monetarias e Integración en Europa y las Américas. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. UNAM. México 2000.



[1] Diario Milenio, 29 de enero. Edición On line. Responsabilizan presidentes de AL a EU por la crisis
[2] Lanceros, Patxi. Política mente, de la Revolución a la globalización. Barcelona 2005. Pág. 14
[3] Diaz Cardona, Francia Elena. Fuerzas Armadas, Militarismo y Constitución Nacional en América Latina. México 1988. UNAM. Pág. 35-36
[4] Lucena Manuel. Breve Historia de Latinoamérica. España 2007. Ed. Cátedra. Pág. 77.
[5] Portillo Alfredo. Misión y visión geopolítica global de Estados Unidos y Gran Bretaña . Revista: Aldea Mundo. Vol. 7, noviembre-abril 2003. Universidad de los Andes, San Cristobal, Venezuela. Pag. 60
[6] Diario Milenio. Ibidem.
[7] Moreno Pino, Ismael. Orígenes y evolución del sistema interamericano. Colección del archivo histórico diplomático mexicano. Secretaría de Relaciones Exteriores. México 1977. Pág. 73
[8] Girvan Norma. Respondiendo a los retos de la globalización: el caso dela Asociación de Estados del Caribe, en Revista: “Estudios Latinoamericanos”. Año VII, Núm 15. Enero-junio de 2001. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
[9] Puyana Alicia. América Latina y la Unión Europea, ¿dos regionalismos económicos convergentes? En Uniones Monetarias e Integración en Europa y las Américas. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. UNAM. México 2000.

Barack Obama, ¿fase superior de neoliberalismo? o una esperanza para el Mundo.

Por: Javier Arias Casas
Introducción.

La política internacional, no sólo está definida por los intereses de una Nación y su población, sino más allá, por los grupos de poder de cada Estado, que logran romper las barreras fronterizas y desarrollan intereses económicos en otras partes del mundo.
La crisis actual del capitalismo, no puede ser entendida como el estertor del sistema neoliberal, hace falta todavía entender sus nuevas variantes de operación en la comunidad internacional, entre las que destacan, el aparato cultural.
Barack Obama, más allá de ser un presidente negro, una transición histórica a la democracia en Estados Unidos, debe ser entendida como la fase superior del intervencionismo neoliberal en el sistema político mundial, un intervencionismo cultural.

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Partir del análisis estructural de la sociedad norteamericana y su organización política exige atender los grupos de poder que alberga este país, la manera en qué han influido no sólo en las políticas públicas del gobierno, sino en la creación de la legislación y la línea rectora del Estado norteamericano en todas las áreas.
De esta manera, un análisis estructural del imperio estadounidense, requiere establecer quiénes y de qué manera actúan estos grupos de poder, cómo están compuestos y cuáles son los intereses inmediatos y a largo plazo que persiguen, además de su participación en la políticas internacionales del imperio norteamericano.
Ante todo, es necesario señalar que por grupo de poder en el caso de Norteamérica, a diferencia de Latinoamérica, no se refiere únicamente a la sociedad civil organizada, sino más allá de ello, a la esencia y característica principal del bastión de poder que cobija a ésta nación, el capitalista neoliberal, que se desarrolla cobijado bajo las tesis económico políticas de Adam Smith.
Si algo ha caracterizado a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, producto de varios factores geopolíticos, ha sido la acumulación de capital, su poderío económico que a la vez se refleja en el ámbito militar, y que le ha dado la facultad intervencionista de la que hoy día todavía goza.
Así, mientras en México, por ejemplo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), logró definir el curso histórico de la creación de normas jurídicas proteccionistas y defensivas de los intereses de los sectores indígenas del país, en Estados Unidos, los “corporativos empresariales”, son quienes marcan las pautas de la agenda legislativa y las políticas públicas del gobierno.
Lo anterior, no es cuestión de azar, tal como lo enfatiza Silva Michelena, el elemento fundamental que dio el poderío intervencionista a los Estados Unidos, fue la creación de una industria intervencionista (SILVA, 1998: 36), que no sólo contemplaba el aparato militar, sino que hoy en día se traduce además en una industria cultural que ha penetrado en todo los rincones del planeta.
Lo que solamente quiere decir, que el poderío norteamericano, más allá del militar, descansa en el aparato económico privado, en la industria, en el capitalismo avanzado y neoliberal, pues es éste quien sostiene la estructura política y social del país que a su vez sirve más tarde de base para la promocion de políticas expansionistas, intervencionistas que propiciarán el acomodo de las fuerzas económicas norteamericanas en los diversos Estados Nación en lo que Estados Unidos ejerce influencia.
La política de guerra norteamericana, como lo fue la guerra contra Irak, obedece no a cuestiones políticas de seguridad interna, de protección a la comunidad norteamericana, sino a estrategias de mercado y dominio sobre una de las materias primas fundamentales de la estabilidad económica y social de cualquier nación, el petróleo. La misma dinámica se presenta en la posición defensiva de Estados Unidos frente a los ataques de Israel en Gaza, en dónde Estados Unidos, se ha manifestado único aliado de Israel, debido a los intereses económicos que empresarios norteamericanos tienen en este país.
Otra variante, el intervencionismo cultural norteamericano, ha sido impulsada no sólo por los diferentes destinos y doctrinas que caracterizan la política expansionista e intervencionista norteamericana, sino por una demanda de la clase política capitalista, como exigencia para el abastecimiento de nuevos mercados o la garantía de estabilidad de los ya existentes.
En este apartado, los medios de comunicación masivos han sido fundamentales en el respaldo a las políticas imperialistas y expansionistas de Estados Unidos, hoy en día representan el ejército militar de avanzada que abre las puertas del mercado norteamericano a cualquier rincón del planeta.
Los medios de comunicación masiva norteamericanos, en gran medida, han acelerado los efectos de la globalización, sobre todo en la información, y con ello han respaldado la intervención económica norteamericana en el mercado internacional, y por consiguiente en las políticas nacionalistas proteccionistas de cada Estado hacia el empresariado.
La dominación cultural, generada por los medios de comunicación, en especial, la televisión, y el cine, y hoy en día el internet, han permitido a las grandes trasnacionales adaptarse a los estándares culturales de cada Estado, mediante el desarrollo de la industria cultural, que a decir de la UNESCO son “todas aquellas industrias que producen y distribuyen bienes o servicios culturales” en las que por supuesto están incluidos los medios de comunicación.
Las técnicas informacionales han logrado penetrar en la política norteamericana, y hoy en día en la de todo el mundo, ya no sólo como elementos de poder, como actores políticos, sino que al mismo tiempo son los mecanismos por lo cuales se auto legitiman a sí mismos.
Una de las herramientas informacionales que tuvo su origen de poder dentro de la política fue el uso de la estadística a través de las famosas “encuestas”. El gobierno norteamericano, como un desvió frente a la obligación y necesidad de legalizar métodos de consulta ciudadana, ha optado por ejercer el poder mediante encuestas públicas, mismas que son elaborados por empresarios, capitalistas, y por consiguiente, en cierta medida implican desde su origen un desvió o una falta de credibilidad en la autenticidad de la información que posteriormente se da a conocer a la sociedad.
Pero esta información no serviría de nada si el mundo de las telecomunicaciones no interviniera, así, más allá de las plataformas políticas de los entonces candidatos Barack Obama y John McCain por la presidencia de los Estados Unidos de América, lo trascendental en los noticiarios del mundo fue quién se encontraba arriba en las encuestas en la comunidad norteamericana e inclusive del mundo.
Lucien Sfez, por ejemplo, ha mencionado que en la actualidad, la técnica y la tecnología, han venido a explicar el mundo contemporáneo, las cuales, derivado de su complejidad epistemológica, han generado una aceptación social que las ha convertido en el metarrelato del siglo XXI, y más allá, al ser un elemento material objetivo y derivado de un proceso científico, ha generado confiabilidad entre la sociedad, siendo así como las nuevas tecnologías han sustituido a la demagogia en la vida política.
Este encanto en las tecnologías de la comunicación, ha sido el factor determinante ya no sólo para una sociedad consumista, producto de la mediatización, sino para que incluso la política sea una condición pospolítca[1], es decir, que se ha trasladado de la plaza pública al espacio privado del ciudadano, el cual se circunscribe a un aparato tecnológico de la información (televisión, computadora, internet en cualquiera de sus variantes y presentaciones, radio y cine), elemento simbólico también generado al que se le otorga la fe y el lugar que en algún momento ocupó Dios y que por tanto, legitima todo aquello en lo que interviene.
A este respecto, cabe tan sólo recordar los argumentos que en torno a la posición de Dios en la vida del hombre se han discurrido a lo largo de la historia intelectual del hombre. “un admirable conocer de esa época de lucha y transformación de conceptos religiosos, el inglés John Neville Figgis, ha llegado a decir que el Dios del calvinismo, es el Leviatán de Hobbes, con omnipotencia no limitada, ni por el derecho, ni por la justicia, ni por la conciencia”. [2]
La tecnología en la actualidad, asume ese papel de responsabilidad extrema, en la que la sociedad, el hombre, entrega en plenitud su conciencia, se asume sometido en su intelecto a la propia tecnología que el creó, otorgándole el lugar que en algún momento ocupó Dios y más tarde “El Estado” Hegeliano.
De ahí que se pueda explicar entonces, como el uso de la tecnología ha sido fundamental para entender los fenómenos históricos políticos, sociales, económicos, y culturales, resaltando entre todos ellos, el triunfo del primer presidente negro de los Estados Unidos de Norteamérica.


El éxito de la campaña de Barack Obama debe su triunfo precisamente al manejo eficiente de los medios de comunicación (empresas), a la “rentabilidad” de Obama como un espectáculo político, y al respaldo de la comunidad capitalista norteamericana que vio en el nuevo presidente norteamericano, la manera de garantizar su estabilidad económica.
De esta manera, Barack Obama, es y debe ser interpretado como el primero producto generado por esta nueva fase de la modernidad, la llamada “posmodernidad”, es la creación del nuevo Dios, “la tecnología de las telecomunicaciones”, y por silogismo, el mayor y más grande producto del capitalista norteamericano.
Así, frente a una época de crisis económica, el capitalista norteamericano logró encontrar en una figura pública emblemática de una nación, un nuevo producto mercantil que sustituyera el déficit en ventas de mercancías como autos, casas, etc. Lo cual constituye una de las máximas del capitalista neoliberal, “todo se puede vender, sólo es cuestión de estudiar el método”[3].
Más allá de los sucesos históricos que determinaron el comportamiento de los electores norteamericanos, lo cierto es que Barack Obama, no sólo encontró simpatía entre su electorado, sino entre uno de los grupos de poder más grandes de Estados Unidos y el Mundo, los medios de comunicación, la rentabilidad de un “no hombre” (no blanco), como espectáculo político, ha dejado ganancias a la industria cultural de las revistas, incluyendo los comics de Marvel (Milenio.com, 08/01/2009), los museos, la moda, etc.
Pero el problema para la comunidad norteamericana y en sí, para el mundo entero, no radica en la constitución de un presidente “pop” norteamericano, sino en la contradicción que la figura de Obama representa en el periodo histórico que vivimos. Siendo un producto del capitalismo avanzado, del sistema neoliberal, de la producción simbólica de la industria cultural de los medios de comunicación, ¿de qué manera se revelará en contra de sus creadores para restaurar la estabilidad económica internacional?
La política expansionista norteamericana acaba de exportar su último producto, Barack Obama, mediante el cual ha logrado una mediatización de la esperanza de una pronta recuperación a la economía del mundo. Pero más allá de esperar una pronta recuperación en la estabilidad económica y de una regulación efectiva de la economía por parte de los Estados, nos encontramos frente a una agudización del conflicto, con un presidente de los Estados Unidos de Norteamérica que representa en esencia del capitalista neoliberal.
La comunidad intelectual no puede apuntar al fin de la historia del capitalismo neoliberal en tanto su última mercancía invade el mundo entero, Barak Obama, quien al igual que las telenovelas latinoamericanas promete un final feliz aun y cuando la tormenta está en su clímax.
Los posliberales han caído en su propio juego maquiavélico; el Partido Demócrata, ha decir del suscrito, ha sacado a la luz al principal defensor de la economía neoliberal, pues es producto de la misma, posiblemente, y en gran medida creo, se debe ala falta de proyectos definitorios y de ideologías claras y también definidas en cada institución política.
El contexto en que se desenvuelven los partidos políticos en Estados Unidos no es tan distinto como el caso de México, si bien es cierto, los dos partidos más importantes Democrátas y Republicanos han marcado serias diferencias en sus posturas para determinar la política interna y externa de Estados Unidos, no menos cierto es que al final de cuentas, son partidos políticos, es decir, instituciones que buscan a toda costa hacerse del poder total del Estados, lo cual implica ya un pragmatismo, que en el caso que nos ocupa, sirva para explicarse el porqué el triunfo de Barack Obama, primeramente como candidato de su partido, y luego en la elección constitucional.

“Es evidente que para el caso que para que algo sea reconocido como partido debe implicar a más de una persona aunque, ciertamente un partido puede ser vehiculó puesto a punto por una única persona como medio para hacerse en el poder en el seno del Estado”[4]

La realidad indica, que más allá del discurso, el hecho de que existan elementos ideológicos que diferencian tanto a los demócratas como a los republicanos, ello no quiere decir que toda la militancia de dichos partidos esté comprometida con los ideales de su instituto político, lo cual desde ese momento rompe con la identidad ideológica y cultural del partido, y lo lleva a obedecer intereses personales mediante actitudes pragmáticas que garanticen el triunfo de los actores políticos como Obama.
No hay duda de que la sociedad norteamericana ha puesto toda su esperanza en Obama, sobre todo las minorías; pero las mismas esperanzas puso la comunidad latina cuando creyó que la incursión al cine de Hoollywood de Salma Hayek, de la música de Ricky Martín y Shakira, significaban la aceptación de los latinos en la comunidad norteamericana y una nueva esperanza de acuerdos migratorios, cuando en la realidad sólo representaban mercancías de moda para un mercado necesitado de objetos diferentes a los cotidianos.
Ciertamente, sería imprudente hacer una crítica anticipada al desarrollo de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos, sin embargo, el contexto histórico político y cultural, sin perder de vista el aspecto económico, en que tuvo lugar el triunfo de Barack Obama, no hacer más que permitir adelantarse a un análisis de acontecimientos futuros que desde este momento permiten una prospectiva de los mismos.

Primero, es necesario tener en cuenta de que el éxito de Obama no obedece a un aspecto ideológico-político, y sí a un análisis mercadológico, económico, antropológico y comunicacional de la sociedad norteamericana y tal vez exagerando, del mundo entero, lo cual llevó a Obama a generar una imagen de sí mismo acorde a las necesidad políticas de la sociedad, lo que de antemano, implicó ponerse al servicio del capitalista de su país a efecto de tener el respaldo de los únicos que pudieron garantizarle este punto, los medios de comunicación.
Con la candidatura de Obama, el capitalista neoliberal norteamericano logró crear y apropiarse, muy posiblemente, de último de los elementos simbólicos de la cultura norteamericana, Barack Obama, quien no sólo representa la ideología norteamericana, liberal, capitalista, sino también engloba la nueva composición cultural de aquel país, las minorías “no blancas”, y finalmente es la representación de la identidad cultural que dio origen a la nación, “la tierra de la igualdad, la libertad y las oportunidades” demuestra que hasta un negro puede ser presidente de los Estados Unidos de América.
Sería arriesgado bajo el contexto y el apego que Obama sostiene con el capitalista de su país asegurar que el neoliberalismo está en riesgo de desaparecer, ya que previamente, pues es evidente que su presencia obedece a la necesidad de contar con una aliado para su defensa con el poder suficiente para someter a cualquier Estado del mundo, como es el caso del presidente de los Estados Unidos.
De esta manera, Barack Obama se instala como la fase superior de la conquista del capitalismo salvaje, el neoliberalismo económico, aun y cuando su legitimidad política obedezca a una elección de los miles de norteamericanos nativos y naturalizados que tuvieron una esperanza de cambio en el régimen político interno de aquel país en el trato a las minorías.



BIBLIOGRAFÍA.
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· Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales. Artículo 4°, fracción 5. París. 20 de Octubre del 2005. Texto consultado el 08 de marzo del 2008, a las 13:20 pm. UNESCO.
Diario “milenio”, edición “On Line”, consultado 08 de enero de 2009.
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Sfez, Lucien. Técnica e ideología, un juego de poder. México, 2005. Ed. Siglo XXI.
Silva Michelana, José A. Política y bloques de poder. Crisis en el sistema mundial. México, 1998. 12° edición. Ed. Siglo XXI.
· Ware Alan. Partidos Políticos y sistemas de partidos. Edit. Istmo, colección Ciencia política. España 2004.
[1] El término es apuntado por el autor para denominar a la forma contemporánea de hacer política, la cual se caracteriza por el uso excesivo de los medios masivos de comunicación, en especial los electrónicos, en donde la información tiene que adaptarse a las condiciones del medio y no a la necesidad de información del lector.
[2] C. Smitht: Leviatán en la teoría del estado de Tomas Hobbes. , en Lanceros, Patxi. Política mente, de la Revolución a la globalización. Barcelona 2005. Pág. 59.
[3] Aportación del autor.
[4] Ware Alan. Partidos Políticos y sistemas de partidos. Edit. Istmo, colección Ciencia política. España 2004. Pág. 27