miércoles, 8 de abril de 2009

Barack Obama, ¿fase superior de neoliberalismo? o una esperanza para el Mundo.

Por: Javier Arias Casas
Introducción.

La política internacional, no sólo está definida por los intereses de una Nación y su población, sino más allá, por los grupos de poder de cada Estado, que logran romper las barreras fronterizas y desarrollan intereses económicos en otras partes del mundo.
La crisis actual del capitalismo, no puede ser entendida como el estertor del sistema neoliberal, hace falta todavía entender sus nuevas variantes de operación en la comunidad internacional, entre las que destacan, el aparato cultural.
Barack Obama, más allá de ser un presidente negro, una transición histórica a la democracia en Estados Unidos, debe ser entendida como la fase superior del intervencionismo neoliberal en el sistema político mundial, un intervencionismo cultural.

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Partir del análisis estructural de la sociedad norteamericana y su organización política exige atender los grupos de poder que alberga este país, la manera en qué han influido no sólo en las políticas públicas del gobierno, sino en la creación de la legislación y la línea rectora del Estado norteamericano en todas las áreas.
De esta manera, un análisis estructural del imperio estadounidense, requiere establecer quiénes y de qué manera actúan estos grupos de poder, cómo están compuestos y cuáles son los intereses inmediatos y a largo plazo que persiguen, además de su participación en la políticas internacionales del imperio norteamericano.
Ante todo, es necesario señalar que por grupo de poder en el caso de Norteamérica, a diferencia de Latinoamérica, no se refiere únicamente a la sociedad civil organizada, sino más allá de ello, a la esencia y característica principal del bastión de poder que cobija a ésta nación, el capitalista neoliberal, que se desarrolla cobijado bajo las tesis económico políticas de Adam Smith.
Si algo ha caracterizado a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial, producto de varios factores geopolíticos, ha sido la acumulación de capital, su poderío económico que a la vez se refleja en el ámbito militar, y que le ha dado la facultad intervencionista de la que hoy día todavía goza.
Así, mientras en México, por ejemplo el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), logró definir el curso histórico de la creación de normas jurídicas proteccionistas y defensivas de los intereses de los sectores indígenas del país, en Estados Unidos, los “corporativos empresariales”, son quienes marcan las pautas de la agenda legislativa y las políticas públicas del gobierno.
Lo anterior, no es cuestión de azar, tal como lo enfatiza Silva Michelena, el elemento fundamental que dio el poderío intervencionista a los Estados Unidos, fue la creación de una industria intervencionista (SILVA, 1998: 36), que no sólo contemplaba el aparato militar, sino que hoy en día se traduce además en una industria cultural que ha penetrado en todo los rincones del planeta.
Lo que solamente quiere decir, que el poderío norteamericano, más allá del militar, descansa en el aparato económico privado, en la industria, en el capitalismo avanzado y neoliberal, pues es éste quien sostiene la estructura política y social del país que a su vez sirve más tarde de base para la promocion de políticas expansionistas, intervencionistas que propiciarán el acomodo de las fuerzas económicas norteamericanas en los diversos Estados Nación en lo que Estados Unidos ejerce influencia.
La política de guerra norteamericana, como lo fue la guerra contra Irak, obedece no a cuestiones políticas de seguridad interna, de protección a la comunidad norteamericana, sino a estrategias de mercado y dominio sobre una de las materias primas fundamentales de la estabilidad económica y social de cualquier nación, el petróleo. La misma dinámica se presenta en la posición defensiva de Estados Unidos frente a los ataques de Israel en Gaza, en dónde Estados Unidos, se ha manifestado único aliado de Israel, debido a los intereses económicos que empresarios norteamericanos tienen en este país.
Otra variante, el intervencionismo cultural norteamericano, ha sido impulsada no sólo por los diferentes destinos y doctrinas que caracterizan la política expansionista e intervencionista norteamericana, sino por una demanda de la clase política capitalista, como exigencia para el abastecimiento de nuevos mercados o la garantía de estabilidad de los ya existentes.
En este apartado, los medios de comunicación masivos han sido fundamentales en el respaldo a las políticas imperialistas y expansionistas de Estados Unidos, hoy en día representan el ejército militar de avanzada que abre las puertas del mercado norteamericano a cualquier rincón del planeta.
Los medios de comunicación masiva norteamericanos, en gran medida, han acelerado los efectos de la globalización, sobre todo en la información, y con ello han respaldado la intervención económica norteamericana en el mercado internacional, y por consiguiente en las políticas nacionalistas proteccionistas de cada Estado hacia el empresariado.
La dominación cultural, generada por los medios de comunicación, en especial, la televisión, y el cine, y hoy en día el internet, han permitido a las grandes trasnacionales adaptarse a los estándares culturales de cada Estado, mediante el desarrollo de la industria cultural, que a decir de la UNESCO son “todas aquellas industrias que producen y distribuyen bienes o servicios culturales” en las que por supuesto están incluidos los medios de comunicación.
Las técnicas informacionales han logrado penetrar en la política norteamericana, y hoy en día en la de todo el mundo, ya no sólo como elementos de poder, como actores políticos, sino que al mismo tiempo son los mecanismos por lo cuales se auto legitiman a sí mismos.
Una de las herramientas informacionales que tuvo su origen de poder dentro de la política fue el uso de la estadística a través de las famosas “encuestas”. El gobierno norteamericano, como un desvió frente a la obligación y necesidad de legalizar métodos de consulta ciudadana, ha optado por ejercer el poder mediante encuestas públicas, mismas que son elaborados por empresarios, capitalistas, y por consiguiente, en cierta medida implican desde su origen un desvió o una falta de credibilidad en la autenticidad de la información que posteriormente se da a conocer a la sociedad.
Pero esta información no serviría de nada si el mundo de las telecomunicaciones no interviniera, así, más allá de las plataformas políticas de los entonces candidatos Barack Obama y John McCain por la presidencia de los Estados Unidos de América, lo trascendental en los noticiarios del mundo fue quién se encontraba arriba en las encuestas en la comunidad norteamericana e inclusive del mundo.
Lucien Sfez, por ejemplo, ha mencionado que en la actualidad, la técnica y la tecnología, han venido a explicar el mundo contemporáneo, las cuales, derivado de su complejidad epistemológica, han generado una aceptación social que las ha convertido en el metarrelato del siglo XXI, y más allá, al ser un elemento material objetivo y derivado de un proceso científico, ha generado confiabilidad entre la sociedad, siendo así como las nuevas tecnologías han sustituido a la demagogia en la vida política.
Este encanto en las tecnologías de la comunicación, ha sido el factor determinante ya no sólo para una sociedad consumista, producto de la mediatización, sino para que incluso la política sea una condición pospolítca[1], es decir, que se ha trasladado de la plaza pública al espacio privado del ciudadano, el cual se circunscribe a un aparato tecnológico de la información (televisión, computadora, internet en cualquiera de sus variantes y presentaciones, radio y cine), elemento simbólico también generado al que se le otorga la fe y el lugar que en algún momento ocupó Dios y que por tanto, legitima todo aquello en lo que interviene.
A este respecto, cabe tan sólo recordar los argumentos que en torno a la posición de Dios en la vida del hombre se han discurrido a lo largo de la historia intelectual del hombre. “un admirable conocer de esa época de lucha y transformación de conceptos religiosos, el inglés John Neville Figgis, ha llegado a decir que el Dios del calvinismo, es el Leviatán de Hobbes, con omnipotencia no limitada, ni por el derecho, ni por la justicia, ni por la conciencia”. [2]
La tecnología en la actualidad, asume ese papel de responsabilidad extrema, en la que la sociedad, el hombre, entrega en plenitud su conciencia, se asume sometido en su intelecto a la propia tecnología que el creó, otorgándole el lugar que en algún momento ocupó Dios y más tarde “El Estado” Hegeliano.
De ahí que se pueda explicar entonces, como el uso de la tecnología ha sido fundamental para entender los fenómenos históricos políticos, sociales, económicos, y culturales, resaltando entre todos ellos, el triunfo del primer presidente negro de los Estados Unidos de Norteamérica.


El éxito de la campaña de Barack Obama debe su triunfo precisamente al manejo eficiente de los medios de comunicación (empresas), a la “rentabilidad” de Obama como un espectáculo político, y al respaldo de la comunidad capitalista norteamericana que vio en el nuevo presidente norteamericano, la manera de garantizar su estabilidad económica.
De esta manera, Barack Obama, es y debe ser interpretado como el primero producto generado por esta nueva fase de la modernidad, la llamada “posmodernidad”, es la creación del nuevo Dios, “la tecnología de las telecomunicaciones”, y por silogismo, el mayor y más grande producto del capitalista norteamericano.
Así, frente a una época de crisis económica, el capitalista norteamericano logró encontrar en una figura pública emblemática de una nación, un nuevo producto mercantil que sustituyera el déficit en ventas de mercancías como autos, casas, etc. Lo cual constituye una de las máximas del capitalista neoliberal, “todo se puede vender, sólo es cuestión de estudiar el método”[3].
Más allá de los sucesos históricos que determinaron el comportamiento de los electores norteamericanos, lo cierto es que Barack Obama, no sólo encontró simpatía entre su electorado, sino entre uno de los grupos de poder más grandes de Estados Unidos y el Mundo, los medios de comunicación, la rentabilidad de un “no hombre” (no blanco), como espectáculo político, ha dejado ganancias a la industria cultural de las revistas, incluyendo los comics de Marvel (Milenio.com, 08/01/2009), los museos, la moda, etc.
Pero el problema para la comunidad norteamericana y en sí, para el mundo entero, no radica en la constitución de un presidente “pop” norteamericano, sino en la contradicción que la figura de Obama representa en el periodo histórico que vivimos. Siendo un producto del capitalismo avanzado, del sistema neoliberal, de la producción simbólica de la industria cultural de los medios de comunicación, ¿de qué manera se revelará en contra de sus creadores para restaurar la estabilidad económica internacional?
La política expansionista norteamericana acaba de exportar su último producto, Barack Obama, mediante el cual ha logrado una mediatización de la esperanza de una pronta recuperación a la economía del mundo. Pero más allá de esperar una pronta recuperación en la estabilidad económica y de una regulación efectiva de la economía por parte de los Estados, nos encontramos frente a una agudización del conflicto, con un presidente de los Estados Unidos de Norteamérica que representa en esencia del capitalista neoliberal.
La comunidad intelectual no puede apuntar al fin de la historia del capitalismo neoliberal en tanto su última mercancía invade el mundo entero, Barak Obama, quien al igual que las telenovelas latinoamericanas promete un final feliz aun y cuando la tormenta está en su clímax.
Los posliberales han caído en su propio juego maquiavélico; el Partido Demócrata, ha decir del suscrito, ha sacado a la luz al principal defensor de la economía neoliberal, pues es producto de la misma, posiblemente, y en gran medida creo, se debe ala falta de proyectos definitorios y de ideologías claras y también definidas en cada institución política.
El contexto en que se desenvuelven los partidos políticos en Estados Unidos no es tan distinto como el caso de México, si bien es cierto, los dos partidos más importantes Democrátas y Republicanos han marcado serias diferencias en sus posturas para determinar la política interna y externa de Estados Unidos, no menos cierto es que al final de cuentas, son partidos políticos, es decir, instituciones que buscan a toda costa hacerse del poder total del Estados, lo cual implica ya un pragmatismo, que en el caso que nos ocupa, sirva para explicarse el porqué el triunfo de Barack Obama, primeramente como candidato de su partido, y luego en la elección constitucional.

“Es evidente que para el caso que para que algo sea reconocido como partido debe implicar a más de una persona aunque, ciertamente un partido puede ser vehiculó puesto a punto por una única persona como medio para hacerse en el poder en el seno del Estado”[4]

La realidad indica, que más allá del discurso, el hecho de que existan elementos ideológicos que diferencian tanto a los demócratas como a los republicanos, ello no quiere decir que toda la militancia de dichos partidos esté comprometida con los ideales de su instituto político, lo cual desde ese momento rompe con la identidad ideológica y cultural del partido, y lo lleva a obedecer intereses personales mediante actitudes pragmáticas que garanticen el triunfo de los actores políticos como Obama.
No hay duda de que la sociedad norteamericana ha puesto toda su esperanza en Obama, sobre todo las minorías; pero las mismas esperanzas puso la comunidad latina cuando creyó que la incursión al cine de Hoollywood de Salma Hayek, de la música de Ricky Martín y Shakira, significaban la aceptación de los latinos en la comunidad norteamericana y una nueva esperanza de acuerdos migratorios, cuando en la realidad sólo representaban mercancías de moda para un mercado necesitado de objetos diferentes a los cotidianos.
Ciertamente, sería imprudente hacer una crítica anticipada al desarrollo de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos, sin embargo, el contexto histórico político y cultural, sin perder de vista el aspecto económico, en que tuvo lugar el triunfo de Barack Obama, no hacer más que permitir adelantarse a un análisis de acontecimientos futuros que desde este momento permiten una prospectiva de los mismos.

Primero, es necesario tener en cuenta de que el éxito de Obama no obedece a un aspecto ideológico-político, y sí a un análisis mercadológico, económico, antropológico y comunicacional de la sociedad norteamericana y tal vez exagerando, del mundo entero, lo cual llevó a Obama a generar una imagen de sí mismo acorde a las necesidad políticas de la sociedad, lo que de antemano, implicó ponerse al servicio del capitalista de su país a efecto de tener el respaldo de los únicos que pudieron garantizarle este punto, los medios de comunicación.
Con la candidatura de Obama, el capitalista neoliberal norteamericano logró crear y apropiarse, muy posiblemente, de último de los elementos simbólicos de la cultura norteamericana, Barack Obama, quien no sólo representa la ideología norteamericana, liberal, capitalista, sino también engloba la nueva composición cultural de aquel país, las minorías “no blancas”, y finalmente es la representación de la identidad cultural que dio origen a la nación, “la tierra de la igualdad, la libertad y las oportunidades” demuestra que hasta un negro puede ser presidente de los Estados Unidos de América.
Sería arriesgado bajo el contexto y el apego que Obama sostiene con el capitalista de su país asegurar que el neoliberalismo está en riesgo de desaparecer, ya que previamente, pues es evidente que su presencia obedece a la necesidad de contar con una aliado para su defensa con el poder suficiente para someter a cualquier Estado del mundo, como es el caso del presidente de los Estados Unidos.
De esta manera, Barack Obama se instala como la fase superior de la conquista del capitalismo salvaje, el neoliberalismo económico, aun y cuando su legitimidad política obedezca a una elección de los miles de norteamericanos nativos y naturalizados que tuvieron una esperanza de cambio en el régimen político interno de aquel país en el trato a las minorías.



BIBLIOGRAFÍA.
C. Smitht: Leviatán en la teoría del estado de Tomas Hobbes. , en Lanceros, Patxi. Política mente, de la Revolución a la globalización. Barcelona 2005.
· Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales. Artículo 4°, fracción 5. París. 20 de Octubre del 2005. Texto consultado el 08 de marzo del 2008, a las 13:20 pm. UNESCO.
Diario “milenio”, edición “On Line”, consultado 08 de enero de 2009.
http://portal.unesco.org/culture/es/ev.php-%20URL_ID=33232&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html#I
Sfez, Lucien. Técnica e ideología, un juego de poder. México, 2005. Ed. Siglo XXI.
Silva Michelana, José A. Política y bloques de poder. Crisis en el sistema mundial. México, 1998. 12° edición. Ed. Siglo XXI.
· Ware Alan. Partidos Políticos y sistemas de partidos. Edit. Istmo, colección Ciencia política. España 2004.
[1] El término es apuntado por el autor para denominar a la forma contemporánea de hacer política, la cual se caracteriza por el uso excesivo de los medios masivos de comunicación, en especial los electrónicos, en donde la información tiene que adaptarse a las condiciones del medio y no a la necesidad de información del lector.
[2] C. Smitht: Leviatán en la teoría del estado de Tomas Hobbes. , en Lanceros, Patxi. Política mente, de la Revolución a la globalización. Barcelona 2005. Pág. 59.
[3] Aportación del autor.
[4] Ware Alan. Partidos Políticos y sistemas de partidos. Edit. Istmo, colección Ciencia política. España 2004. Pág. 27

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